La jardinera gruñona
El título de este libro me lo proporcionó Anna Castillo tras haber gruñido a su hija por arrancar flores del jardín.
Pasaron tres estaciones antes de finalizar esta novela viajera que pretende ser un canto a la preservación de la naturaleza y un vinculo de unión lectora con la gente menuda.
Está pensado para ser leído sin cansar, con capítulos cortos, pero lo suficientemente largos para relajar a los más pequeños. Sin embargo no te extrañe que alguna vez te pida «más, un capítulo más, por favor mamá…»
¿ Y no es eso bonito? 😉
La Jardinera Gruñona no tiene la traducción al español publicada. Si tienes editorial y te interesa, no te cortes y dímelo 😉
El caño mágico
Una vez finalicé la Jardinera me dí cuenta que se acercaba el décimo aniversario de Rishi, mi sobrino. Entonces pensé que una novela con él de protagonista seria de lo más original. No me fue difícil escoger Africa como continente aventurero de por si y me puse tanto en la piel de la aventura que pude finalizar la novela en tres meses. Aún dispuse de un mes para maquetar la novela a din-a6, imprimirla y encuadernarla.
Para ello llamé a Anna Malet para que me aconsejara. Quería un trabajo impecable, elegante e impactante: tapa dura con tela verde bosque y título gravado en oro, con mi nombre debajo. Cuando lo vi por poco muero de la emoción. A mi sobrino también le gustó, por cierto 😉
Fue un trabajo laborioso y el regalo que más tiempo tardé en confeccionarlo pero también ha sido el que más placer me ha reportado. Y quién lo iba a decir que un par de años más tarde lo presentaría a concurso y que ganaría el primer premio. Pues así fue cómo gané el IV Premio Vicenta Ferrer Vila de Paterna y cómo se convirtió en trampolín para la publicación de otros libros.
El caño mágico no existe en español. Pero no te cortes si quieres pubicarlo, dímelo 😉
El tesoro perdido de Pakamotu
Un tesoro real fue el que encontré en la Polinesia. Tras pasar por las Islas Sociedad, volé hasta las Tuamotu, un archipiélago de atolones, anillos de tierra en el mar, que me impresionaron por su fragilidad terrenal en medio del inmenso océano.
Allí la vida es pacífica – quizá por el nombre del océano que las rodea? – sosegada y parsimoniosa, pero que para encontrar aventura sólo es necesario un poco de inquietud ya que como dice Matahina «la curiosidad y la necesidad son ingredientes básicos para la exploración»
No seas miedica y zambúllete con Aroha…
La versión española de El tesoro perdido de Pakamotu no existe. Pero no te cortes si quieres pubicarla, dímelo 😉